Habitualmente
suele relacionarse con ciertos antiinflamatorios y con el estrés pero ¿sabía que, en la mayoría
de los casos, la provoca una bacteria llamada Helicobacter pylori?Aunque
Helicobacter pylori convive con el ser humano desde hace al menos 50.000 años,
se descubrió en la década de los ochenta del siglo pasado e hizo a sus
artífices merecedores del Premio Nobel en Medicina en 2005.
Robin
Warren, patólogo australiano, y Barry Marshall, experto en medicina clínica,
formaron un tándem perfecto: un perseverante médico de laboratorio, y un
clínico entusiasta capaz de cualquier cosa para hacerse oír.
Consiguieron aislar a Helicobacter pylori y comprobaron no
sólo la relación con algunas lesiones gastrointestinales (gastritis, úlcera
gástrica y duodenal) sino también que era posible curar dichas dolencias,
consideradas crónicas y muy discapacitantes, con un simple tratamiento
antibiótico.
Ante la
incomprensión de sus colegas, Marshall, que no podía experimentar con animales
(la bacteria sólo afecta a primates), ni con humanos, recurrió al único “animal
de experimentación” que podía reclutar: él mismo.
Tras
hacerse una endoscopia basal, se bebió un cultivo del microorganismo
provocándose a sí mismo una gastritis, demostrando definitivamente la
participación fundamental de Helicobacter pylori en la génesis de los
trastornos gastrointestinales.
Esta bacteria coloniza el estómago humano de hasta el 50% de la
población adulta en países desarrollados, y del 80% en países en vías de
desarrollo.
La mayoría
de los sujetos infectados no desarrollan síntomas. Sin embargo, si presentan
sintomatología, produce gastritis, úlcera e incluso cáncer si persiste mucho
tiempo en el estómago. Se estima que es la causa directa del más del 90% de
úlceras duodenales y de hasta el 80% de las gástricas.Y el cáncer de estómago,
con el que se relaciona la bacteria, es
la tercera causa de muerte por esta enfermedad a nivel mundial (OMS, febrero
2014).
La
infección por Helicobacter pylori se suele contraer durante la infancia,
frecuentemente por transmisión dentro de la familia. Una vez alcanza el
estómago, su hábitat natural, puede permanecer en él toda la vida. Cuenta con
mecanismos para soportar la extrema acidez y los movimientos peristálticos que
la impulsan hacia fuera, así como para eludir la respuesta inmune del huésped
humano: es una bacteria espiral y puede «atornillarse» para colonizar el
epitelio estomacal.
Afortunadamente
puede ser eliminada con un tratamiento combinado de antibióticos e inhibidores
de la secreción ácida. Asimismo se ha avanzado muchísimo en su diagnóstico, de
manera que hoy es posible llevarlo a cabo con seguridad con pruebas sencillas,
rápidas y de bajo coste.
Fuente: www.salud.ideal.es
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