El período
inmediatamente posterior a la infección por el virus de la hepatitis C se
denomina ‘fase aguda’. La hepatitis C aguda no suele cursar con síntomas, pero
las personas que sí los presentan manifiestan habitualmente astenia (cansancio
extremo), ictericia (coloración amarillenta de los ojos y la piel) y orina
oscura (bilis en la orina).
En el 10%–30% de
las infecciones agudas por hepatitis C, el virus desaparece espontáneamente sin
tratamiento, lo que significa que deja de ser detectable en la sangre1. En
estos casos, los pacientes muestran, a menudo, una recuperación completa y, a
veces, ni siquiera son conscientes de que han estado expuestos al virus. Sin
embargo, pueden seguir dando positivo en los análisis de anticuerpos frente al
virus de la hepatitis C. En conjunto, el 70%–90% de las personas que están
infectadas por el virus de la hepatitis C acaba manifestando una hepatitis C
crónica1.
En la hepatitis C
crónica, el virus sigue provocando daño hepático durante períodos prolongados.
Dado que muchas personas con hepatitis C crónica se mantienen asintomáticas
(sin síntomas) durante 20-30 años, la infección con frecuencia no se
diagnostica. Debido a que los pacientes pueden no ser conscientes de que tienen
hepatitis C, no reciben el tratamiento o asesoramiento adecuados para ayudar a
reducir o prevenir una mayor lesión hepática. En una infección crónica, algunas
personas presentan síndromes concretos (grupos de síntomas) debidos a la
hepatitis C que no guardan relación con el hígado (por ejemplo, trastornos
articulares o síntomas cutáneos).
El riesgo de
lesión hepática importante aumenta cuanto más tiempo se deja al paciente sin
tratamiento para la hepatitis C. El daño hepático aparece en forma de fibrosis,
en la que surgen cicatrices en el hígado, y posteriormente puede aparecer en la
forma más intensa de cirrosis, que es una cicatrización en gran medida
irreversible que sustituye el tejido hepático sano y afecta directamente a la
actividad hepática. La cirrosis aparece hasta en el 20% de las personas con
hepatitis C crónica1.
En general, la
astenia es uno de los síntomas más frecuentes de la hepatitis C crónica. Los
síntomas que aparecen en las fases avanzadas de la cirrosis hepática, en la que
el hígado deja de funcionar correctamente (cirrosis descompensada), comprenden
uno o más de los siguientes:
- Ascitis: hinchazón del abdomen debida a la presencia de líquido en la cavidad que rodea los órganos digestivos.
- Confusión/encefalopatía (trastorno o enfermedad cerebral que afecta a la función cerebral): como consecuencia de la incapacidad del hígado de eliminar las toxinas procedentes del intestino.
- Hemorragia por varices: hemorragia potencialmente grave procedente del esófago o el estómago
- Formación de hematomas/hemorragias: debido a una disminución de la producción de factores de la coagulación de la sangre por el hígado
- Edema: hinchazón, debida con frecuencia a la presencia de unos niveles bajos de proteínas en la sangre.
Además, el 1%–5%
de las personas con hepatitis C crónica acaba manifestando una forma de cáncer
de hígado (carcinoma hepatocelular)1.
Se calcula que el
5%–7% de las personas infectadas por el virus de la hepatitis C fallece como
consecuencia de la infección1. Según una estimación, la mortalidad anual en
todo el mundo por la hepatitis C fue de 366.000 muertes, debiéndose el 58% y el
42% a cirrosis y carcinoma hepatocelular, respectivamente 2.
La hepatitis C es
una de las principales causas de trasplante de hígado en los países
desarrollados y la infección crónica de transmisión hemática más frecuente en
los Estados Unidos.
1Página web de la Organización Mundial de la Salud
2Perz J, Armstrong G, Farrington L, Hutin Y, Bell B. The contributions of hepatitis B virus and hepatitis C virus infections to cirrhosis and primary liver cancer worldwide. Journal of Hepatology 2006; 45: 529-538.
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